Ejercico 2. Espacio Zz

Palabras a utilizar: Luz, paz, silencio, soledad, escaparate, sonrisa, risa, ilusión, madera, claridad, nerviosa

TEXTO 1
            » No era una tarde cualquiera, no era igual a la de ayer, no igual a la de mañana. Paz comenzaba su paseo como cada día, rodeada del silencio, de la soledad. Nerviosa por ver que encontraría hoy. Esperaba ese momento como quien espera la respuesta a algo, momento que duraba un instante pues en él apenas quedaba luz y claridad. Esperaba en el banco de enfrente, sentada, inquieta,  aprovechaba esos pequeños instantes para asomarse, para poder ver con claridad, lo que es, lo que somos. Se miraba como quien se mira con todo un  trasfondo de todo un camino andado como escaparate, al que uno se asoma por casualidad. Ella lo miraba todo, pues en todo encontraba alguna señal, que la decía tanto de si misma. Paz no podía evitarlo se miraba una y otra vez, casi como la primera vez, en ese reflejo que gracias a la luz, el cristal del escaparate la dejaba ver. Sorprendida por su sonrisa se encontró aquella tarde cualquiera y eso hizo transformar su gran sonrisa en risa. En esa imagen veía su vida, veía pedacitos de felicidad. sintió sorpresa al verse, ilusión al reconocerse en ese reflejo. Ella se imaginaba, se veía de otra forma, se dejaba llevar por las historias que ella creaba día tras día sentada en su vieja mesa de madera que la hacían viajar, soñar, descubrir con su imaginación, plasmar con papel y tinta, bellas historias, que ella creía reales, por eso al verse de nuevo, no podía más que sentirse llena de todos esos personajes que ya estaban dentro de ella, que la hacían tan distinta de ayer, tan diferente a la que aparecerá mañana en este mismo escaparate, haciéndola sentir una y otra vez, que la vida cambia solo si tu quieres que cambie, si dejas que entren en ti otras vidas ya sean reales o ficticias. Escribir era su forma de vivir en otros lugares, en otros tiempos, con otras vidas tan distintas a la suya». Sara ct.

TEXTO 2.
          » La llamaban Luz, cada vez que yo la veía lo iluminaba todo. Era como si la claridad apareciese tras muchos días de nubes grises. Yo la miraba y ella sonreía con su mirada pareciendo conocer hasta el más mínimo de mis secretos. Eso me hacia frágil ante ella, pero yo sentía la vez una necesidad inexplicable por mirarla a los ojos, pues no tenia que ocultarla nada, pues ella lo sabía todo. Luz poseía una preciosa sonrisa, contagiosa, que conseguía llegar en segundos a risa en sus labios y en los míos que por simple reflejo llenaban su taller del mejor de los sonidos, nuestras risas. Yo iba a verla siempre que podía, la buscaba entre los montones de madera que ella desechaba pues no le valía  cualquier trocito de madera. Ella buscaba y buscaba durante horas, días o semanas ese trocito de árbol que la hiciera sentir, que la hiciera ver lo que allí dentro había. Trabajaba en silencio yo nunca la molestaba, desde el lugar en el que siempre la miraba era como mirar al más precioso de los escaparates, lugar invadido por el silencio, la paz y la ilusión con la que sin tregua comenzaba a sacar de aquel trocito de madera la más bella figura que jamás hubieras podido imaginar. Yo la esperaba horas, a veces incluso días a que acabase su trabajo, observándola sin perder detalle, me ponía nervioso cuando la veía levantarse, sonriente y andar hasta mi. A veces me regalaba su obra, decía cógela pues tu secreto está ahí. Secretos que llegan con la simple mirada y se transforman en objetos». Sara ct.

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