12 de septiembre

      Habían pasado los días y volvía a ser martes, pero no era un martes cualquiera, era el martes 12 de septiembre, ese número que se volvía a repetir, en otro mes, otro año, pero casualmente mismo día. 
Ver los garabatos de tinta que te conducen hacia un único día, sobre mi calendario, es ver como si ya no hubiera más días que contar. Sintiéndome ahora desde la distancia, prisionera de los meses que le he ido restando a mi vida, cegada por el deseo de la llegada de este día. Puede que ya no tenga que contar más, 517,.., 2, 1, 0 y puede que hoy sea la ultima fecha marcada, el último encuentro, el adiós a un latido.
      Solo sé, día, hora y lugar, y que llevo esperando este día muchas lunas.  He soñado mil veces con su llegada, marcada en rojo en todos mis calendarios, he pensado en que ocurriría tantas veces, pero hoy, solo pienso en dejarme llevar, no pensar en nada, no planificar que haré o diré.                                    La ropa ya estaba más que decidida y preparada, siento que debo ser yo más que nunca y ponerme algo cómodo, sencillo y nada llamativo. Las horas pasan rápidas, salgo de la ducha, donde los distintos aromas de las cremas se van sucediendo unos a otros igual que el tiempo, un segundo tras otro, un tic, tras un tac que se suceden pero nunca se tocan. Champú, gel, desodorante, crema hidratante, todo por separado huele tan bien, pero siempre he pensado y pienso que la mezcla de todo al final resulta no deja un olor definido a nada, que la suma de todo no es el resultado final esperado. Aún quedaba el toque final, Dolce Gabanna, tiene un olor especial a pastilla de jabón Magno, un toque que deja un dulce tacto en mis movimientos y con ellos una increíble ráfaga de olor a limpio. 
      Después de vestirme, vaqueros, camiseta, cazadora, ya  nada más quedaba el último trazo de carmín de color rojo, cerrar la puerta de un golpazo y conducir hacia mi destino, sin tiempo de pensar ya en si hago lo correcto. La velocidad y la música no me dejan pensar en nada más que en llegar, eso si, tarde, como siempre. Llegar tarde a veces resulta ser la mejor decisión.
    Abrí la puerta, ya había empezado. Su música y su voz ya habían llegado a mí, y ya estaba tatareando la letra sin darme cuenta. Ahora sí, los nervios me envolvían y unas ganas increíblemente fuertes por enfrentarme a mí, pedían salir huyendo de mi cuerpo, más fuerte que su propia voz que salía desde lo alto de aquel pequeño escenario.
    Hoy 12, era la fecha de mi reto marcado, no en mi calendario, sino en mi vida. El fin de mi sueño romántico, como dice la letra que suena ahora y nos envuelve a los dos otra vez. Hoy intentaré poner el punto y final al ritmo de mis latidos, dueños de mi pensamiento, y locura de mis días y noches durante ya tantas lunas atrás.
    Paso firme y decidida me siento en el  lugar más lejano y oscuro, intentando pasar desapercibida. Apoyada en la barra de espaldas al escenario no soy capaz de girarme y mirar, pido un ponche-cola y tras beber un par de tragos, cierro los ojos,  me giro lentamente con miedo de mi misma, respiro profundo, deseando conocer el  nuevo inicio de un distinto latir, con la mano puesta en mi corazón, intentando percibir un cambio de ritmo, pero al abrirlos, un fuerte golpe me deja sin respiración, dejando claro que todavía está en mí. Me levanto y salgo corriendo tras ver su sonrisa al mirarnos después de tantos meses. Sujetando el golpe de nuevo mortal, sintiéndome de nuevo perdida,  y abriendo tras de mi huida, una próxima cifra marcada en rojo en  mi calendario, esperando que la próxima vez ponga fin a una historia romántica de un amor imposible. Sara ct. 

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